Los bosques están llenos de vida, a veces, su silencio delata la
presencia de seres increíbles que no se dejan ver fácilmente. Hubo una
vez un bosque bañado por un hermoso valle que rebosaba vida y todos los
animales, del bosque, se concentraban en aquel paisaje cristalino y de
una forma mágica. En el centro del valle se encontraba un majestuoso
roble del que emanaba una brillante luz que salía hacia arriba y
envolvía todo el bosque. Unos jóvenes reyes decidieron crear su reino
cerca de aquel ambiente de prosperidad y seguridad que le daba el
bosque.
Los jóvenes reyes nunca habían podido tener un hijo o una
hija, así que aquel misterioso lugar les daba esperanzas de poder dejar
un heredero o heredera y crecer como reino. Los años pasaron y el reino
creció, siempre protegido por aquella misteriosa luz. El Rey decidió
que el roble sería el escudo de su pueblo y lo cuidarían como si fuese
el alma de su reino.
Durante la fiesta del nacimiento de la hija
de los reyes, todo el pueblo se reunío en la Plaza Central del reino
para celebrarlo y cantar dulces canciones mientras el vino corría por
las calles, pero un gran estruendo proveniente del corazón del bosque
silenció la Plaza Central y de golpe, aquella misteriosa luz
desapareció. Los soldados salieron aprisa para descubrir que había
pasado, al llegar al valle encontraron un inmenso agujero donde antes
habitaba el roble.
La noticia desoló los corazones del reino y
con ellos la salud de la joven heredera, aquella misteriosa luz de la
que salía de las entrañas del roble daban vida a la princesa, pues ella
jamás debió de haber nacido. La muerte era una jugadora sabia y tenía
muy claro que si la luz desaparecía la joven princesa moriría y sería
suya, pero decidió hacer un trato con un joven soldado que se había
presentado en el valle.
- Devolveré el anciano roble si consigues
atrapar y darme el Hada del bosque, la encontrarás a la otra orilla
del valle. Pero con una condición, solo la podrás atrapar tú, para ello
tendrás que ver con el corazón. El tiempo se acaba y con él, vuestras
vidas.
El joven soldado aceptó el trato ya que si no lo aceptaba
la joven princesa moriría y con ella todo el pueblo, pues la tierra
estaba moriéndose junto a su reino. La aventura del soldado no hizo más
que empezar.
Empezó a anochecer y el joven soldado decidió
descansar en una de las cinco casetas que el Rey había dejado en el
bosque, para que los pelegrinos del reino pudiesen descansar si la noche
los atrapaba. Se encontraba solo en la caseta, en ella había una cama
con su almohada, una mesa y tres sillas, las ventanas estaban cerradas,
el soldado decidió abrirlas para que la luz de luna diese frescura a la
palidez de la caseta. El joven soldado se echó sobre la cama y la
almohada comenzó a contarle las historias que una vez le contó su padre
sobre el bosque. El soldado no pudo dormir, escuchaba una voz de una
mujer.
- Soy la voz de tu almohada y he arrancado mi corazón para
ejercer poder sobre tus párpados y contarte las historias de tus
ancestros hasta que el cielo despierte azulado.
El soldado salió
de la casa como alma que lleva el diablo, dejándose todo su equipo
dentro. Llegó hasta un árbol, el reflejo de la luna y el baño en la
niebla le daban un toque majestuoso. Apoyado en el árbol mirando hacia
el suelo, del árbol descendió un espíritu.
- ¿Qué haces todavía aquí? -Pregunto el espectro.
El soldado no pudo reaccionar, se encontraba totalmente catatónico, quería despertar de aquella pesadilla.
- ¿Qué haces todavía aquí? - Volvió a preguntar el espíritu.
Aquel
espíritu era el de su padre, todavía vivo cuando había salido a
inspeccionar el bosque después del estruendo, ahora espectro
preguntándole:
- ¡Muévete de una vez o todos morirán! Mátala tu si hace falta.
El espíritu de su padre se desvaneció y después de unos minutos de reflexión volvió a la casa y se tumbó en la cama.
-
Vienen de noche y os roban las perlas que caen de los ojos y esperan a
que salga la luna para introducirlas en mi hueco. - La almohada le
contaba.
El soldado tiro la almohada fuera de la casa, pero todavía la escuchaba.
- Espíritus, diablos y hadas negras se acercan a tu encuentro.
El
joven soldado decidió continuar de noche hasta pasar a la otra orilla
del valle, siempre bordeándolo y con espada en mano. Llegando a la otra
punta del valle, vio una luz a la lejanía. El soldado se encontró en el
camino con un Hada.
- ¿Eres tú el hada que busco? - le preguntó el joven soldado.
- ¿Estás mirando con el corazón? - le preguntó el Hada.
- ¿Eres tú o no? No tengo tiempo que perder, te llevaré conmigo hacia esa luz quieras o no.
El joven soldado amenazó con la espada a la Hada.
- Como desees - Acató la orden del Soldado.
Durante
el camino, el soldado vio la belleza, se sintió en calma, era preciosa,
su pelo, color castaño, reflejaba la luz de la luna y la orilla del
valle reflejaba hermosas figuras alrededor de ellos, el rostro del Hada
le recordaba a alguien pero no sabía quien era, el joven soldado se
sentía cansado y necesitba terminar ya con la tarea que le había mandado
la Parca.
- Lo siento. -Digo el joven soldado.
No hubo respuesta, ella continuaba en silencio el camino hacia la luz.
Al llegar a la luz, el joven soldado respiró aliviado, lo había conseguido, la muerte le esperba con una sonrisa de par en par.
- Ahora, desenfunda tu arma y mátala. - Dijo la Muerte.
- El trato decía que te la trayese a ti no que la matara. - Contesto el joven soldado.
- Soy la Muerte y puedo destruir el anciano roble si quiero, ¿Tú quieres? - Dijo la Muerte.
El soldado tras caerle unas lágrimas, desenfundó su espada y le cortó el cuello a la Hada.
- Mira el Hada, mira quien es. - Contesto la Muerte con una sonrisa de par en par.
- ¿Cómo he podido hacer semejante atrocidad? ¿Por qué me has hecho hacer esto? ¿Por qué? - Preguntó el soldado furioso.
-
Soy dueña de vuestra muerte, alguien que no tendría que haber nacido
jamás, nunca existió para mí, por eso robe el anciano roble, para que
vuestro joven reino se marchitase poco a poco. Además, matar a una niña
que para mí jamás existió va encontra de mi naturaleza, por eso tú has
sido el ejecutro, ahora ella vendrá conmigo y el ciclo natural volverá a
su cauce, con su anciano roble también. Pero...
- Y por qué a mí - Preguntó el soldado.
- El destino existe, hoy mueres tú también. -Contestó la muerte.
La muerte se llevó al joven soldado y a la hija de los reyes.
domingo, 22 de julio de 2012
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