domingo, 22 de julio de 2012

El anciano roble


Los bosques están llenos de vida, a veces, su silencio delata la presencia de seres increíbles que no se dejan ver fácilmente. Hubo una vez un bosque bañado por un hermoso valle que rebosaba vida y todos los animales, del bosque, se concentraban en aquel paisaje cristalino y de una forma mágica. En el centro del valle se encontraba un majestuoso roble del que emanaba una brillante luz que salía hacia arriba y envolvía todo el bosque. Unos jóvenes reyes decidieron crear su reino cerca de aquel ambiente de prosperidad y seguridad que le daba el bosque.

Los jóvenes reyes nunca habían podido tener un hijo o una hija, así que aquel misterioso lugar les daba esperanzas de poder dejar un heredero o heredera y crecer como reino. Los años pasaron y el reino creció, siempre protegido por aquella misteriosa luz. El Rey decidió que el roble sería el escudo de su pueblo y lo cuidarían como si fuese el alma de su reino.

Durante la fiesta del nacimiento de la hija de los reyes, todo el pueblo se reunío en la Plaza Central del reino para celebrarlo y cantar dulces canciones mientras el vino corría por las calles, pero un gran estruendo proveniente del corazón del bosque silenció la Plaza Central y de golpe, aquella misteriosa luz desapareció. Los soldados salieron aprisa para descubrir que había pasado, al llegar al valle encontraron un inmenso agujero donde antes habitaba el roble.

La noticia desoló los corazones del reino y con ellos la salud de la joven heredera, aquella misteriosa luz de la que salía de las entrañas del roble daban vida a la princesa, pues ella jamás debió de haber nacido. La muerte era una jugadora sabia y tenía muy claro que si la luz desaparecía la joven princesa moriría y sería suya, pero decidió hacer un trato con un joven soldado que se había presentado en el valle.

- Devolveré el anciano roble si consigues atrapar y darme el Hada del bosque, la encontrarás a la otra orilla del valle. Pero con una condición, solo la podrás atrapar tú, para ello tendrás que ver con el corazón. El tiempo se acaba y con él, vuestras vidas.

El joven soldado aceptó el trato ya que si no lo aceptaba la joven princesa moriría y con ella todo el pueblo, pues la tierra estaba moriéndose junto a su reino. La aventura del soldado no hizo más que empezar.

Empezó a anochecer y el joven soldado decidió descansar en una de las cinco casetas que el Rey había dejado en el bosque, para que los pelegrinos del reino pudiesen descansar si la noche los atrapaba. Se encontraba solo en la caseta, en ella había una cama con su almohada, una mesa y tres sillas, las ventanas estaban cerradas, el soldado decidió abrirlas para que la luz de luna diese frescura a la palidez de la caseta. El joven soldado se echó sobre la cama y la almohada comenzó a contarle las historias que una vez le contó su padre sobre el bosque. El soldado no pudo dormir, escuchaba una voz de una mujer.

- Soy la voz de tu almohada y he arrancado mi corazón para ejercer poder sobre tus párpados y contarte las historias de tus ancestros hasta que el cielo despierte azulado.

El soldado salió de la casa como alma que lleva el diablo, dejándose todo su equipo dentro. Llegó hasta un árbol, el reflejo de la luna y el baño en la niebla le daban un toque majestuoso. Apoyado en el árbol mirando hacia el suelo, del árbol descendió un espíritu.

- ¿Qué haces todavía aquí? -Pregunto el espectro.

El soldado no pudo reaccionar, se encontraba totalmente catatónico, quería despertar de aquella pesadilla.

- ¿Qué haces todavía aquí? - Volvió a preguntar el espíritu.

Aquel espíritu era el de su padre, todavía vivo cuando había salido a inspeccionar el bosque después del estruendo, ahora espectro preguntándole:

- ¡Muévete de una vez o todos morirán! Mátala tu si hace falta.

El espíritu de su padre se desvaneció y después de unos minutos de reflexión volvió a la casa y se tumbó en la cama.

- Vienen de noche y os roban las perlas que caen de los ojos y esperan a que salga la luna para introducirlas en mi hueco. - La almohada le contaba.

El soldado tiro la almohada fuera de la casa, pero todavía la escuchaba.

- Espíritus, diablos y hadas negras se acercan a tu encuentro.

El joven soldado decidió continuar de noche hasta pasar a la otra orilla del valle, siempre bordeándolo y con espada en mano. Llegando a la otra punta del valle, vio una luz a la lejanía. El soldado se encontró en el camino con un Hada.

- ¿Eres tú el hada que busco? - le preguntó el joven soldado.

- ¿Estás mirando con el corazón? - le preguntó el Hada.

- ¿Eres tú o no? No tengo tiempo que perder, te llevaré conmigo hacia esa luz quieras o no.

El joven soldado amenazó con la espada a la Hada.

- Como desees - Acató la orden del Soldado.

Durante el camino, el soldado vio la belleza, se sintió en calma, era preciosa, su pelo, color castaño, reflejaba la luz de la luna y la orilla del valle reflejaba hermosas figuras alrededor de ellos, el rostro del Hada le recordaba a alguien pero no sabía quien era, el joven soldado se sentía cansado y necesitba terminar ya con la tarea que le había mandado la Parca.

- Lo siento. -Digo el joven soldado.

No hubo respuesta, ella continuaba en silencio el camino hacia la luz.

Al llegar a la luz, el joven soldado respiró aliviado, lo había conseguido, la muerte le esperba con una sonrisa de par en par.

- Ahora, desenfunda tu arma y mátala. - Dijo la Muerte.

- El trato decía que te la trayese a ti no que la matara. - Contesto el joven soldado.

- Soy la Muerte y puedo destruir el anciano roble si quiero, ¿Tú quieres? - Dijo la Muerte.

El soldado tras caerle unas lágrimas, desenfundó su espada y le cortó el cuello a la Hada.

- Mira el Hada, mira quien es. - Contesto la Muerte con una sonrisa de par en par.

- ¿Cómo he podido hacer semejante atrocidad? ¿Por qué me has hecho hacer esto? ¿Por qué? - Preguntó el soldado furioso.

- Soy dueña de vuestra muerte, alguien que no tendría que haber nacido jamás, nunca existió para mí, por eso robe el anciano roble, para que vuestro joven reino se marchitase poco a poco. Además, matar a una niña que para mí jamás existió va encontra de mi naturaleza, por eso tú has sido el ejecutro, ahora ella vendrá conmigo y el ciclo natural volverá a su cauce, con su anciano roble también. Pero...

- Y por qué a mí - Preguntó el soldado.

- El destino existe, hoy mueres tú también. -Contestó la muerte.

La muerte se llevó al joven soldado y a la hija de los reyes.

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